La espiritualidad en el arte

Generalmente el arte está asociado con la espiritualidad por la representación de imágenes sagradas, omitiendo el hecho que no existe sólo la espiritualidad religiosa sino también una espiritualidad laica, que por lo tanto no se refiere a ningún culto o práctica religiosa. Notamos, en efecto, que son pocos los estudios que hablan del arte y de la espiritualidad desde el punto de vista del arte y no de la espiritualidad.
 
Desde siempre la espiritualidad de los pueblos se ha expresado con imágenes pictóricas y escultóreas que formalizaron los conceptos abstractos de un culto o el sentimiento místico, concretándolos principalmente en imágenes de tipo alegórico pero también simbólico, aspecto principalmente representado por la arquitectura más que por la pintura.
 
Estas representaciones no son generalmente expresion de una conexión directa del artista al fenómeno espiritual, sino que son la expresión de los encargos hechos por sacerdotes o nobles que podían permitirse de pagar los artesanos y los artistas para realizar un concepto religioso más que un sentimiento espiritual. Más o menos como hace hoy la industria publicitaria, ellos difundieron la "cosa" religiosa como un hecho externo, dogmático, de poder, recurriendo a la falsedad, a la alteración, a la manipulación, instrumentos propios de la Propaganda. Son un ejemplo de ello todas las obras encargadas por los ricos señores para cautivar las autoridades eclesiásticas y para magnificar la propia estirpe.
 
Ciertamente no todas las obras religiosas son de tipo divulgador y propagandístico y hay muchos ejemplos de sincera expresión del sentimiento espiritual como un manantial de inspiración artística. Éste es el caso de obras de muchos artistas tales como El Greco, Michelangelo o el Pontormo que han expresado sin retórica el sentimiento espiritual cristiano. Estas obras, en efecto se distinguen notablemente de aquellas propagandísticas porque en ellas se advierte no tanto la representación de un credo oficial, u ostentación de poder y riqueza, sino que ellas mismas se convierten en manifestación espiritual, sin recurrir a ningún estereotipo iconográfico.
 
También hay innumerables artistas que han alcanzado altos niveles de espiritualidad sin que sus obras tuvieran sujetos sagrados o religiosos.
 
¿Pero por cuáles mecanismos una obra de arte se "espiritualiza" o se anima?
 
Ésta es la pregunta fundamental de la que ha partido -hace muchos años- nuestra búsqueda filosófica y de procedimientos.
 
Nuestra investigación parte del estudio auténtico de las obras de muchos artistas y de sus escritos y testimonios. En la historia del arte encontramos ejemplos de grandes maestros que han animado sus obras sin ostentación y deseo de demostrar la espiritualidad. Cada uno -a su modo- intuyó y conoció los procedimientos, no sólo de técnica pictórica, sino de actitud creativa que los llevara con éxito a trabajar con gran inspiración. En sus obras la realidad no se muestra, no hay descripción o representación, sino que se expresa una visión.
 
Así que hemos deducido que la espiritualidad en el arte no se debe al sujeto representado sino a la experiencia experimentada y plasmada en la obra por el artista en el momento de la creación.
 
Hemos experimentado que el arte no es una puerta o un paso para tener una experiencia espiritual, como creíamos al principio de esta aventura. Una puerta presupone el paso hacia otro lugar, hacia otro mundo. Nuestro trabajo nos ha revelado que el arte, en algunos momentos mágicos, es la experiencia espiritual misma y no un paso.
 
Al principio de nuestras búsquedas esta vivencia era extraña para nosotros, y en cambio hemos descubierto que está intensamente arraigada en las culturas orientales, particularmente en la cultura ZEN y en la pintura iconográfica en la Iglesia Ortodoxa. En estas antiguas disciplinas entre lo divino y la obra que lo representa no hay ninguna diferencia: esta no es una copia de lo divino, sino una imagen real y una verdadera manifestación, aquí y ahora.
 
A través de muchos procedimientos en continua y permanente experimentación, hemos comprendido cuáles son los peculiares elementos debería tener un camino que nos lleve vivir el arte de esta manera profunda de unión armónica con el universo.
 
De estos estudios y búsquedas ha nacido el instituto ESTETRA y su curso anual de Arte Trascendental, adjetivo que nos ha parecido el más apropiado para tratar de dar una definición al recorrido de formación que proponemos.
 
Retrocediendo un poco, el impulso inicial a todo esto proyecto ha surgido por una triste constatación: el arte contemporáneo parece no tener más esta carga espiritual. ¿Cómo hacer entonces para satisfacer esta necesidad frustrada?

A pesar de que nuestros términos puedan parecer enfáticos, para nosotros es evidente que hace falta volver a "animar" el arte contemporáneo, o por lo menos iniciar a interesarse y a estimular un diálogo que ponga al centro estas problemáticas.
 
En los anexos replanteamos algunas cuestiones que están a la base de nuestra interpretación del arte de estos últimos cien años.

 

 

>>> Anexos

Arte contemporáneo: ¿arte sin alma?
El sentido de vacío frente a lo contemporáneo
Pérdida del alma: un proceso que dura de más de 100 años
Animar el arte contemporáneo

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