Pérdida del alma: un proceso que dura de más de 100 años

Quien haya ido al MOMA de Nueva York, al Boburg de París, a la Tate Gallery de Londres -por citar algunos de los museos más prestigiosos- advierte que entre las muchas obras expuestas algo falta. Algunos críticos evidencian esta separación de espacios entre las obras de fines del 1800 y aquellas de principios del 1900 y aquellas contemporáneas. Seguramente se han percatado que el arte contemporáneo ha tenido una desviación con respecto a la tradición. Nos preguntamos el porqué de esta separación: ¿quizás un idéntico museo habría evidenciado el vacío de las creaciones contemporáneas?
 
¿Quién ha decidido y con qué criterios cuáles son los artistas dignos de ser expuestos y representados? ¿Y por qué la pintura que ha seguido existiendo en estos años, ha estado en gran parte excluida en este escenario?
 
¿Pero cómo no darles razón, no han sido acaso el arte conceptual, el popart, el arte pobre, el minimalismo, la performance, la instalación, la transvanguardia verdaderos protagonistas de la post-guerra como la vanguardia histórica lo fue al inicio del 1900?
 
También es verdad que tales creaciones pueden no ser reconocidas también como modelos de arte de muchos operadores, que al contrario, encuentran en estos modelos contemporáneos algo un poco perverso y desviado con respecto al pasado. La mayor parte de estas creaciones se presentan como grandes filosofías intelectualoides y paranoicas que asumen formas artísticas.
 
Creemos que este proceso de empobrecimiento del arte, que experimentamos como pérdida del alma, tenga sus antecedentes en una tendencia que se asoma a la sociedad occidental a principio del 1900.
 
Partiendo quizás con Picasso, pasando por Duchamp y los Dada - tenemos la sospecha que haya habido comportamientos que han querido destruir de propósito el arte, sustrayéndose a la comparación con el pasado. Qué hayan sido actitudes sólo un poco provocadoras o hayan sido conducidas por intereses de prestigio, de notoriedad, de dinero y de poder, lo decidirán los venideros. Este fenómeno podrá ser sólo valorado más allá de una sensibilidad, cuando se promoverán estudios críticos que revelen los enlaces de corrupción hechos por el mercado respecto a la dirección creativa y de las elecciones de los museos y los críticos de consagrar algunos artistas en vez de otros.
 
Nuestra sospecha es que la manipulación de la información efectuada por los centros de poder, -que se ha incrementado en siglo XX- no haya concernido sólo hechos políticos, económicos y sociales, sino también culturales. Desconfiamos de los que se nos presentan como los grandes creativos de la modernidad porque creemos que sobre los valores espirituales del arte haya prevalecido la corrupción del provecho, del prestigio y del poder.
 
La historia del arte y las artes está llena de artistas que han entrado en contradicción con la profundidad de lo que decían expresar. No nos asombramos, pues, que en estos últimos cien años haya avanzado y se haya impuesto un concepto y una práctica artística que hunde sus raíces en la deshonestidad intelectual.
 
Por nosotros, por lo tanto no hay ningún escándalo, si el arte del siglo XX es en gran parte un producto coherente con el vacío de sentido. Vacío de sentido que experimentamos en todos los campos del actuar social, político, económico, científico y educativo. Vacío de sentido que también vivimos en el plano personal creado por el derrumbe de los derechos, de la calidad de la vida, de la educación, del arruinamiento de las relaciones entre la gente y la falta de comunicación entre las culturas y las diversas generaciones.
 
Por lo tanto, no hay ningún escándalo sino sólo mucha indignación por cómo la violencia se ha difundido en cada acción, en cada sentimiento y en cada pensamiento humano. Conocer la misma historia, ponerse en dialéctica con el pasado, pero sobre todo proponer algo diferente de lo que se critica, pensamos sea la actitud más idónea para superar este momento oscuro y bárbaro.
 
El instituto ESTETRA propone alternativas, con la esperanza que iniciativas como la nuestra se vayan multiplicando y el arte vuelva a tener un papel y un valor central en la creación de una sociedad no violenta y sin confines.

 

 

>>> Anexos

Arte contemporáneo: ¿arte sin alma?
El sentido de vacío frente a lo contemporáneo
Pérdida del alma: un proceso que dura de más de 100 años
Animar el arte contemporáneo

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